Rueda el segundero
y se hace difuso en la esfera,
intervalo agorero
de momentos que no llegan.
A la vez que piso el suelo
la gravedad me supera
y me estampa contra un tedio
de inefables horas muertas.
Soy feliz cuando no siento
esa levedad que altera
la virtud de estar sereno
ante las hostias venideras.
El impulso que me ciega,
me libera de mí mismo
y me aboca a un silogismo
de premisas contrapuestas.
Búscame y abre mi puerta
o enciérrame y tira la llave,
que yo me haré responsable
de bregar con lo que venga.
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