domingo, 31 de enero de 2016

Inamovible

“¿Te crees que te puedes librar?”
“todos estamos predestinados
a pasar por el aro,
más tarde o más temprano te tocará”.
Un trabajo mal pagado
“es trabajo al fin y al cabo”,
y “un invento de los vagos,
la precariedad laboral”.
“Menos protestar y más currar”,
siempre habla de mierda el cagado
el necio o el interesado
en que todo siga igual.
Pero no me da la gana
de ser puta y poner la cama,
a veces quisiera hundirme
pero me obligo a flotar.
¿Quiénes son pa deprimirme?
¿Quiénes son para exigirme
que reniegue de las formas
con las que me quiero expresar?
¿Quiénes son para callarme?
¿Quiénes son pa convencerme
de que detrás de una intención


siempre hay algo material?.

Pánico

 Me harté de mí y me fui,
puse tierra de por medio,
y, cuando llegué, comprendí
que seguía respirando el mismo aire.
De la penuria aprendí
que vivir no es un misterio,
ni es un tema baladí
del que puedas escaparte.
Y en la angustia galopante
que provoca la impotencia
de ansiar que lo incontrolable
sólo sea un leve fastidio,
le cogí el gusto al martirio
de darle vueltas y vueltas
a esta sarta de delirios
que no dejan de acosarme.
Inoculando el veneno
como la tinta en la piel
dibujo otro tatuaje
en hoja muerta de papel.
Y cobra vida y se muere
y voy muriendo con él,
imposible poner freno

a estas ansias de aprender.

La envolvente

Siempre hay alguien arrogante,
dispuesto a intentar alumbrarte
y a cantarte las verdades
de tu error existencial.
Siempre hay alguien desquiciante
que cree que está por delante
y con derecho a mostrarte
su superioridad moral.
Soy un hombre, como carne
y no me siento orgulloso,
pero otro argumento tramposo
me dirá que lo hago mal.
Que por serlo formo parte
de un complot tan tenebroso,
tan mezquino y tan odioso
que me impide razonar.
Y las cosas que no elijo,
se convierten en estigmas,
haber nacido con pijo
o en cierta clase social.
Buscarle los entresijos
para olvidar lo evidente
es la táctica envolvente
que nos hace zozobrar.
Pues claro que odio al sistema
y soy sensible a tus problemas
aunque no sean los míos
y no es nada personal.
Pero no soy tu enemigo,
ni vivo en una trinchera,
ni sólo miro mi ombligo
cuando toca pelear.
Y me jode que te pisen,
y esa injusticia me enerva,
y me jode que te creas
que soy parte de esa mierda.
También tengo cicatrices,
percances, desgracias y penas,
y, cuando me doy de narices

suelo hallar una respuesta.

Devastador

 Las manos tiemblan
y un hormigueo recorre las arterias y las venas.
Los latidos se salen del pecho,
los pulmones necesitan más aire
pero no son capaces de responder
a un corazón revolucionado.
Correr sin rumbo deja de ser
una idea descabellada.
Acelerando el pulso,
el vaso rebosa
con la última gota de sudor.
Una angustia que devasta,
como la lluvia ácida,
cualquier paisaje mental.
Se vuelve quimera
intentar asimilar
una caída permanente.
La sustancia con la que se fabrican los sueños
se parece a todo aquello

que se quedó en el camino.