martes, 27 de octubre de 2009

Hilo de Plata

Donde tú ves una ciudad gris
yo veo un cielo verde
y una llanura vasta,
sólo quedan dos opciones:
esconderme o enfrentarme
y salir sin pasta otro viernes.
Fumando un peta sobre un puente
perpetrando nuevas rimas,
contemplando la corriente
que en la noche pasa desapercibida.
En derredor valles y cimas,
y árboles de hoja caduca y perenne,
testigos mudos de tiempos
pasados, presentes y en ciernes.
Al calor de una tímida luz
que se pierde en la oscuridad...
atizando palabras por combustible,
la naturaleza es un todo plausible
e indomable que admirar.
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martes, 20 de octubre de 2009

Colesterol (Microrrelato)

Un motel de carretera. Aquella mañana gris me desperté en un sucio motel de carretera de una vulgar ciudad dormitorio en medio de la nada. Abrí las cortinas. Un valle plagado de fábricas y enormes chimeneas, trenes, camiones, coches, autopistas. Las luces de neón de los prostíbulos ponían la nota de color a semejante mierda industrial abominable. Era mi primer día allí, pero no estaba nervioso.
Bajé las escaleras y entré en el bar que había debajo. Olía a fritanga y a tabaco negro y las paredes estaban repletas de pósters de mujeres desnudas, carteles de corridas de toros y cabezas disecadas de jabalíes con gorras de equipos de fútbol.
_¿Hay alguien?, grité.
No oí ninguna respuesta. Sólo unos torpes y sonoros pasos.
Tras unos segundos, emergió de detrás de una cortina una enorme mole de grasa envuelta en un delantal lleno de lamparones. Era uno de los hombres más gordos que había visto en mi vida. Me impresionaba cómo era capaz de moverse en un bar tan pequeño. Era como observar el agua de un vaso a punto de rebosarlo.
_ ¿Qué va a ser?, preguntó el orondo camarero con voz cavernosa.
_ Un café cortado y un chupito de orujo, por favor. Respondí.
_ Empezando bien la mañana ¿eh?, ¡con alegría!. Así me gusta, jajajaja…
La estruendosa risa del camarero inundó todo aquel cuchitril. Hasta las paredes parecían retumbar. Yo sonreí, para no parecerle descortés. En realidad, estaba deseando que me sirviera para sentarme en la última mesa del garito a leer el periódico tranquilamente.
_ El cortado es un euro, pero el pelotazo lo paga la casa. Además… ¿qué narices?¡Le voy a acompañar!. Exclamó el gordo extendiendo la mano para que le diera la estúpida moneda.
_Gracias por el trago, caballero. Parece que esto está muy tranquilo. Dije intentando entablar conversación.
_No se crea. Hoy he abierto a las cuatro y me he sacado un buen pico vendiendo cafés, tabaco y bocadillos a los del turno de noche. Mire qué caja, esto es digno de brindar.
El gordo engulló el vaso de chupito y comenzó a reír mientras yo leía un mensaje en mi móvil. De repente, su risa se ahogó y se llevó las manos al pecho. Acto seguido, aquella bola de grasa se desplomó como una avalancha sobre el pringoso suelo del bar. Se había dejado la registradora abierta, repleta de billetes. No me lo pensé dos veces.

lunes, 5 de octubre de 2009

Placebo

Se moría entre mis brazos
y yo no podía hacer nada,
aprendiendo a garrotazos
la inocencia es una carga.
El fuego quemó los restos
de recuerdos infantiles,
esperanzas de insurrectos
cazadas por los serviles.
Cambiad farolas por candiles
y podreis ver más allá de las estrellas,
destrozad esos raíles
que mutilan la ilusión
a golpe de despertador.
Mil rayos y centellas
para quien intente creerse superior
y poseedor de la verdad absoluta.
Para quien piense que su conciencia
es bella, cándida e impoluta.
La maldad siempre es astuta,
porque hay que ser inteligente
hasta para ser un buen hijo de puta,
la paciencia se vuelve diminuta
cuando hablan de arreglar el mundo
como si estuvieran vendiéndote un detergente.
Y a ver quién es el valiente
que se enfrenta al rechazo de la sociedad
con una sonrisa,
quién se mueve por la tierra sin putos móviles
ni visas.
Con la verdad por divisa,
sin derramar una lágrima
por vagar a la deriva
en el camino que improvisa.