martes, 28 de abril de 2015

Naufragio

 Navego en mitad del mar abierto
buscando avistar tierra firme,
las olas intentan hundirme,
voy solo y he de estar despierto.
El rumbo lo dictan los vientos,
sin importar la demora,
silbando me paso las horas
mi ahora es todo lo que tengo.
En este barco salvado
de un más que posible desguace
no hay motores que reemplacen
a unos músculos cansados.
Las velas, hechas jirones,
apenas sirven de ayuda
más que para aves picudas
que se acercan por montones.
Y encuentro otra vía de agua,
pero no con qué taparla,
y, sin querer, vuelvo a liarla
y me olvido del timón.
En circunstancias tan arduas
haría falta un salvavidas,
pero entre tantas movidas
al partir se me olvidó.
Y ya con el agua hasta el cuello,
apenas reparo en ello,
seré comida de peces,
con suerte, de algún tiburón.
Y no pienso: “se acabó”,
ni “hasta nunca”, ni “hasta luego”,
ni desisto, ni me entrego...
y mi bombilla se fundió.
Me despierto al día siguiente
a merced de la marea
con un frío que no veas
en un puto islote inerte.
Los árboles fosilizados,
la playa, de calaveras
y serpientes y morenas
si atiborran de pescado.
Y yo, incómodo invitado,
evito meterme en problemas,
ahora mi mayor dilema
es volver a casa a nado.

domingo, 26 de abril de 2015

Síndrome de Estocolmo

Te regalo lo más íntimo de mí,
a ver si sabes tú qué hacer con ello,
lo he sudado gota a gota y, aún así,
mis sentidos se engarrotan
y me quedo sin resuello.
Sobre mi cuello una bota
aterradora e invisible,
no espera a que tome nota
y calcule este imposible.
Las caricias de una soga
que me aprieta hasta agotarme,
me resultan más gozosas
que haber intentado amarte.
Y este amargo sinsabor
se me enreda en las entrañas,
y vuelven, como alimañas,
las ganas de no ser amable.
De encerrarme y encerrarte
en otro tiempo mejor,
sin ser víctima o raptor
de este juego delirante.
Fugarnos a ninguna parte,
esfumarnos tras la espuma
de las olas de una playa
y que se jodan
los que intenten alejarme
por sólo un minuto de ti...
otro sueño de infeliz,
otro anhelo inalcanzable,
soy preso de este latir,
da igual si no soy culpable.


Taciturno

 Me cuesta dejar de pensar
cuando no quiero ni ser,
siniestro se hace recordar
aquello que no va a volver.
¿Espero o vuelvo a caminar?
¿Aguanto o me vuelvo a perder?
Si empieza, tiene un final,
si jode es que no está bien.
Perturba tratar de horadar
de nuevo bajo la piel
tan profundo y extirpar
lo que plasmo en un papel.
Me quema esta sensación
y no te lo quiero decir,
me frustra estar de bajón,
me enerva verte partir...
pero el que parto soy yo
sin saber a dónde ir,
a lomos de otra canción,
tratando de sobrevivir.


Virulento

  No puedo despegarme de esta angustia,
ni espero que se esfume de repente,
un cementerio, una tumba, un ramo de flores mustias,
sentirse como turba, vulgar, sucia y decadente.
Me cuesta quedarme dormido
cuando sé que tú no duermes,
mas no cambio lo vivido por otra vida normal,
si callo no es porque olvido,
si sonrío es porque duele,
si duele, tengo motivos
para no echarme a llorar.
Mas lloro y no te lo digo,
mas lloro y no me doy cuenta
que las lágrimas alientan
y lubrican este mal.
Esta rabia contenida,
estas ganas virulentas
de encontrar una salida

sin temer a nada más.

Vía Crucis

A falta de ausencias...
Un mundo en unos puntos suspensivos,
paranoias de aprensivo,
cambio excesos por carencias.
Escapo y no tengo motivos,
ni razones, ni creencias
para entender por qué vivo.
Por qué escribo lo que escribo,
por qué me abandono al olvido,
por qué extraño tu presencia,
por qué pierdo los estribos.
¿Dónde está el tiempo perdido?
¿de qué sirve la experiencia?
Devenir repetitivo
siembra dudas e indolencia.
Un estímulo prohibido
enquistado en mi consciencia,
mi fe cierra por derribo,
no admite condescendencia.