¿Cuántos golpes he de soportar para que ya no me afecten?
¿A cuántas puertas he de llamar para que crean en mí?
¿Cuántas trabas se han de dar en los circuitos de mi mente
para poder superar el problema de existir?
¿Cuántos interrogantes?
¿Cuántas verdades a medias?
¿Cuántos deseos errantes?
¿La callada por respuesta?
Quemo lo que me hace parte
de todo lo que no elegí,
y el miedo no es a equivocarme
sino a no saber salir
del estímulo constante,
del dolor de resistir,
del delirio de no amarme,
de este infame cielo gris.