lunes, 27 de diciembre de 2010

Nada que celebrar

La ansiedad lo inundó todo
y no me encontré más que a mí como asidero
pedí ayuda a voces en un planeta de sordos,
por eso si me odias responderé que te quiero.
Busqué una orilla tranquila
en este mar plagado de tormentas,
de seres grises que desfilan
con cascos y fusiles que esconden sus osamentas.
Intenté alzar la vista
y sólo vi carreteras,
semáforos, autopistas,
camiones, coches y aceras.
Sigo sin entender para qué sirven las fronteras,
los Gobiernos, los Estados,
si vivimos de prestado
y lo que manda es la cartera.
Espada de Damocles cruel,
mortífera y certera
que trae la muerte
a quien no tiene la suerte
de haber nacido en el vagón de primera.
Nada que celebrar
más que nos tenemos el uno al otro,
y aún así muchas veces ni siquiera es suficiente,
pueden traerte carbón, mirra, incienso, leche u oro,
pero nunca entenderás lo que te vuelve indiferente.

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