Lucero del alba,
zozobra de nubes negras
bajo el murmullo del viento.
La noche cerrada,
olor a tierra mojada
me sirve de incienso.
Penetra bajo la piel
como esta endiablada humedad,
este dolor, siempre fiel,
que nunca podré aplacar.
Me prendo fuego quemando etapas,
divago hasta cansarme de pensar,
si me confío meto la pata,
y si desconfío no hay dios
que pueda librarme de este puto
malestar.
Prefiero no molestar...
seguir caminando a hurtadillas
por pequeños bellos parajes de mi
memoria,
en lugar de comprobar si ya estoy
muerto...
pero eso es otra historia.