Con la miel en los labios,
conservo las heridas en frascos de
vinagre,
y, créeme, no es agradable,
ni que te tomen por tonto,
ni que te sientas un sabio.
Me hundo y no toco fondo,
cautivo en el mar de la duda,
a las conclusiones sesudas
con el silencio respondo.
Ni espero, ni quiero que esperen
a que caigamos de la burra,
somos todo eso que temen,
por eso encarcelan y zurran.
Los cobardes, erigidos
en defensores del orden,
los rebeldes, sometidos
a depurar sus pecados.
Tras discursos encendidos
sus miserias no se esconden,
pues se creen los elegidos,
el resto somos esclavos.
Taparnos la boca a multas,
hacernos pasarlas putas,
prohibir actos y conductas
para “preservar la paz”.
Tu dolor es necesario
y justifica su salario,
prepara un buen talonario
si quieres hacerles temblar.
Pues esa justicia tan ciega
tiene olfato pa las pelas
y tacto con quien maneja
los hilos de la autoridad.