lunes, 30 de noviembre de 2015

Ni un minuto de silencio

 Ojalá fuese un mal sueño...
y toda esa sangre derramada
no fuera más que de atrezzo.
Ojalá quien se cree dueño
de una verdad tan profunda
para llegar a matar,
cavase su propia tumba
de miedos y mezquindad.
Cobarde es el que ejecuta,
pero ¿qué hay de aquel
que manda ejecutar?
Esto es más que una disputa,
cuando el contrincante
no atisba ni a razonar.
Simplificar lo confuso,
intentar andar a ciegas,
es tu culpa, pobre iluso
si te caes y te la pegas.
Y todas esas putas banderas...
y todas esas muestras de condolencia impostada...
y todas las consignas, y todas sus monsergas,
cuando la guadaña acecha ya no significan nada.
Porque ninguna idea o religión
han de valer más que una vida,
porque el absurdo se conjuga en la traición
cuando parece que hay salida.
Porque nos muertos nunca huelen
en los despachos de quien manda asesinar,
porque te matan si ya temes
hasta salir a la calle y gritar.
Tu corazón seguirá latiendo,
pero una parte de tu alma habrás aniquilado
si prefieres callar o mirar para otro lado,
tan vil frivolizar el sufrimiento
como dejar hacer o no darse por enterado,
contra el horror, ni un minuto de silencio,
en cualquiera de sus formas,

sea en propios o en extraños.

No hay comentarios:

Publicar un comentario