domingo, 31 de enero de 2016

Devastador

 Las manos tiemblan
y un hormigueo recorre las arterias y las venas.
Los latidos se salen del pecho,
los pulmones necesitan más aire
pero no son capaces de responder
a un corazón revolucionado.
Correr sin rumbo deja de ser
una idea descabellada.
Acelerando el pulso,
el vaso rebosa
con la última gota de sudor.
Una angustia que devasta,
como la lluvia ácida,
cualquier paisaje mental.
Se vuelve quimera
intentar asimilar
una caída permanente.
La sustancia con la que se fabrican los sueños
se parece a todo aquello

que se quedó en el camino.

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