Donde el miedo se
amontona
y las lágrimas
devastan las cuencas de los ojos.
Donde la suerte
abandona
a quien lo ha
apostado todo al designio de su antojo.
Donde la lluvia
corroe
la paciencia de
aguantar las bofetadas a deshora.
Donde los sueños
se esconden
tras hectáreas de
maleza salvaje y desoladora.
Donde ya no pintan
copas
en las que ahogar la
amargura,
aunque ésta acabe
flotando
y diluyéndose en el
vaso.
Donde cabe un alma
rota
donde habita el
desengaño,
donde la cura es
locura
para inhibir tanto
daño.
Donde…
dime dónde.
¿Quizás un ser
superior
o un punto en el
horizonte?
¿Un dogma como
valor
en la barca de
Caronte?
¿De qué sirve y
dime dónde…?
¿A quién esperas y
cuándo
te darás por fin ya
cuenta
de que el tren ya se
ha marchado?
Implacable, el
desencanto
las calles del
tiempo frecuenta,
relatos nunca
contados,
ostracismos, horas
muertas.
El silencio va
mermando
palabras huecas,
desiertas,
una voz clara
estallando
contra un muro de
vilezas.
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