lunes, 5 de octubre de 2009

Placebo

Se moría entre mis brazos
y yo no podía hacer nada,
aprendiendo a garrotazos
la inocencia es una carga.
El fuego quemó los restos
de recuerdos infantiles,
esperanzas de insurrectos
cazadas por los serviles.
Cambiad farolas por candiles
y podreis ver más allá de las estrellas,
destrozad esos raíles
que mutilan la ilusión
a golpe de despertador.
Mil rayos y centellas
para quien intente creerse superior
y poseedor de la verdad absoluta.
Para quien piense que su conciencia
es bella, cándida e impoluta.
La maldad siempre es astuta,
porque hay que ser inteligente
hasta para ser un buen hijo de puta,
la paciencia se vuelve diminuta
cuando hablan de arreglar el mundo
como si estuvieran vendiéndote un detergente.
Y a ver quién es el valiente
que se enfrenta al rechazo de la sociedad
con una sonrisa,
quién se mueve por la tierra sin putos móviles
ni visas.
Con la verdad por divisa,
sin derramar una lágrima
por vagar a la deriva
en el camino que improvisa.

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