Cuando hablamos de crímenes,
de muertes y atentados
se nos olvida mirar en los orígenes,
los culpables casi nunca son ajusticiados.
Las mayores masacres se cometieron
en nombre de una patria o de un Estado,
muchos inocentes perecieron,
y unos pocos a su costa han prosperado.
Son cloacas de una democracia
tan pulcra y civilizada como quienes la manejan,
los mismos que eran parte de aquella aristocracia,
ahora lideran partidos o entre halagos los entierran.
Qué bien os vino olvidar,
cuando eran vuestras manos
las que estaban manchadas de sangre,
cómo os gusta aparentar
que lo malo ya ha pasado
y todavía hacéis alarde.
Os sentís libertadores
y no fuísteis más que cómplices
de asesinos, dictadores,
no habéis cambiado ni un ápice.
Leyes de punto final
no conseguirán que olvidemos,
que el último siempre paga
los errores del primero.
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