jueves, 21 de marzo de 2013

21 de Marzo


 Todos los días son días de la poesía para mí.
Y no se trata de estar pensando en pajaritos,
es como una enfermedad placentera, es como un rito,
que transforma lo que siento en algo por lo que vivir.

 Es difícil de explicar...
es un deseo constante
de entrelazar las palabras
describiendo algún instante.

 Es sufrir y concentrarte,
llenar de tinta un papel
aunque no lleve a ninguna parte.

Dicen que eres importante,
También dicen que eres arte...
también dicen que te leen...
pero se trata de amarte.

Balance de daños


 Es mejor envolverse en el silencio
si no tienes nada nuevo que decir,
es mejor dejar que pasen los dolores y tormentos,
es mejor no despedirse a la hora de partir.
 Pequeños alicientes inmediatos
construyen una realidad plagada de imperfecciones,
la cabeza está vacía, se mantiene lleno el plato,
si no resuena la tripa la cosa no pasa a mayores.
 Un letargo tan tedioso y cotidiano
que hace de una minucia otro nuevo impedimento,
otra norma que convierte en súbdito al ciudadano,
otra somanta de hostias para que así escarmentemos.
 ¿Hay manera de escapar a esta desidia?
¿Cómo no reproducir las conductas del pasado?
¿Cómo aplacar los destrozos que ha provocado la envidia?
¿Cómo arreglar los errores fraguados hace cien años?
 No existe un balance de daños que calcule las desgracias,
las traiciones, los rencores, los crímenes y los engaños,
no me culpes por que siga sintiendo a fuego esa rabia
que me impide no alterarme al ver lo que está pasando.



La espuela


 ¿Te sentirías mejor si te dijera que todo fue mentira?
¿Serviría de bálsamo la decepción?
¿Podría curar con mi ausencia tus más profundas heridas?
Mientras, vago a la deriva,
persiguiendo un sueño cada vez más difuso,
voy dando a mis miedos salida
en forma de garabatos y otros versos inconclusos.
 Sucumbo a los arrebatos
de noches fugaces de juerga,
mañanas de bicarbonato
cagándome en mi calavera.
 Charlas de barra de bar,
la penúltima o la espuela,
el tiempo gastado en privar
los tragos amargos que quedan.
 La cabeza es un ladrillo,
la tripa, una hormigonera,
los brazos se vuelven rodillos,
los pies, puntales en tierra.
 Y cuando todo se quiebra...
otra vez fundido a negro,
se apaga la voz del cerebro,
el sueño profundo no espera.

Cromática


 El cielo púrpura se vuelve añil
a medida que la tarde va cayendo,
un semáforo en ámbar, un edificio gris
bajo una nube negra cargada de rayos y truenos.
 Un bosque verde que llega
hasta donde alcanza la vista,
metros cuadrados de fábricas
kilómetros de autopistas.
 Un manto de hiedra que trepa
en pared de piedra caliza,
un gusano en su manzana
pegándose su última cena.
 Un puzzle que nunca se acaba
es buscar palabras precisas,
pararse donde otros no paran,
convertir vientos en brisas.