jueves, 21 de marzo de 2013

Balance de daños


 Es mejor envolverse en el silencio
si no tienes nada nuevo que decir,
es mejor dejar que pasen los dolores y tormentos,
es mejor no despedirse a la hora de partir.
 Pequeños alicientes inmediatos
construyen una realidad plagada de imperfecciones,
la cabeza está vacía, se mantiene lleno el plato,
si no resuena la tripa la cosa no pasa a mayores.
 Un letargo tan tedioso y cotidiano
que hace de una minucia otro nuevo impedimento,
otra norma que convierte en súbdito al ciudadano,
otra somanta de hostias para que así escarmentemos.
 ¿Hay manera de escapar a esta desidia?
¿Cómo no reproducir las conductas del pasado?
¿Cómo aplacar los destrozos que ha provocado la envidia?
¿Cómo arreglar los errores fraguados hace cien años?
 No existe un balance de daños que calcule las desgracias,
las traiciones, los rencores, los crímenes y los engaños,
no me culpes por que siga sintiendo a fuego esa rabia
que me impide no alterarme al ver lo que está pasando.



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