domingo, 26 de abril de 2015

Síndrome de Estocolmo

Te regalo lo más íntimo de mí,
a ver si sabes tú qué hacer con ello,
lo he sudado gota a gota y, aún así,
mis sentidos se engarrotan
y me quedo sin resuello.
Sobre mi cuello una bota
aterradora e invisible,
no espera a que tome nota
y calcule este imposible.
Las caricias de una soga
que me aprieta hasta agotarme,
me resultan más gozosas
que haber intentado amarte.
Y este amargo sinsabor
se me enreda en las entrañas,
y vuelven, como alimañas,
las ganas de no ser amable.
De encerrarme y encerrarte
en otro tiempo mejor,
sin ser víctima o raptor
de este juego delirante.
Fugarnos a ninguna parte,
esfumarnos tras la espuma
de las olas de una playa
y que se jodan
los que intenten alejarme
por sólo un minuto de ti...
otro sueño de infeliz,
otro anhelo inalcanzable,
soy preso de este latir,
da igual si no soy culpable.


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