Llevaba la mirada ausente,
la cara, de haber visto un muerto,
las manos, los dedos, inertes,
apéndices de lo que era un cuerpo.
Vio sangre, escuchó llantos a su
espalda,
se tapó los oídos pero le fue
imposible
acallar el estruendo de la infamia,
creerse que las guerras son un mal
inamovible.
Las ratas se multiplican cuando aflora
la basura,
las órdenes derriban vidas cual piezas
de dominó,
las armas no pacifican, no curan, ni
sirven de ayuda
si no hay techo, ni comida, ni tampoco
educación.
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