Tembleque constante
y hormigueo en las manos
y el mismo vacío
entre el pecho y la boca del estómago,
no querer ver a
nadie, no tener ganas de hablar,
saber que algo
anómalo te controla y que no lo puedes superar.
Las decepciones son
cada vez más grandes,
los sueños son cada
vez más lejanos,
las ilusiones, un
riesgo acuciante,
a borbotones corre
el desencanto.
Poder dejar de lado
al cuerpo y elevarte sobre él
no te parece ya
descabellado.
Poder apartar de
una vez el sufrimiento que está bajo tu piel
no supondría un
nuevo hallazgo.
Sobrevivir para
sobreponer una sonrisa a tanto llanto,
saber decir que no
es saber querer
aunque pueda
parecerse a lo contrario.
Soltar lastre es
necesario
cuando la mierda te
llega hasta la punta de la nariz.
Cuando te das cuenta
de que has de derribar los muros que te encierran,
abandonar a las
personas que te hacen daño o que no te tienen en cuenta
y subvertir la
situación con humildad para asumir
la responsabilidad
de ser feliz y hacer feliz a quien te aprecia.