Un cuerpo cubierto de orugas venenosas,
trozos de ropa arrastrados por el mar,
tallos plagados de espinas, sin rosas,
consumía mi cerebro, pensando en lo que hice mal.
Vi una gran sombra acercarse
y cernirse sobre mi cabeza,
no era ningún monstruo, ni tenía suelto un cable,
sólo otra nebulosa de insidiosa y cruel tristeza.
Lamí mis heridas a oscuras,
cargué sobre mis hombros el peso de la incomprensión,
si no estás a las duras, no esperes a las maduras,
entre hastío y sufrimiento, mi paciencia se agotó.
Soporto las mismas cruces que el resto de los mortales,
no estoy ni arriba, ni abajo, no soy ni menos, ni más,
sé que soy afortunado, por eso no puedo quejarme,
el hambre no me ha golpeado, mas sueño con ella acabar.
Sueño un mundo sin esclavos, tiranos, ni capital,
un mundo libre, de hermanos, iguales y en libertad.
Sueño...
y sé que nunca voy a verlo hecho real,
pero alimento mi empeño,
peleo con todas mis fuerzas
contra mis muchos defectos,
mis fallos y mi pereza
para tener y dar paz.
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