Arrojé mi dignidad por un agujero de mi mente
y aún estoy esperando a oírla tocar fondo,
son tantos los estímulos que ni siquiera respondo,
poca chicha y mucho crédulo arrastrao por la corriente.
Partícipes de una desdicha endémica y global
consciente o inconscientemente corrompidos y coartados,
en vez de romper la norma y derribar el pedestal
los nombramos de otro modo, así no parecen tan malos.
Enemigos a patadas, no sólo es el capital,
no sólo es el jefe chusquero, ni el derechista abnegado,
también se visten de obreros y viven en tu portal,
también van a las manifas, aunque sólo seamos cuatro.
No es cuestión de las ideas que digas o quieras tener,
tampoco importan las pintas, la apariencia no es un grado,
lo que prima es la inocencia, la curiosidad por saber,
la actitud y la empatía, lo demás viene impostado.
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