Las fábricas se fueron alejando del centro,
para dar paso a las franquicias y a las sucursales de los bancos,
no todo ha cambiado, los bares siguen llenos,
la gente sigue buscando lugares donde compartir sus risas y sus llantos.
Los coches, como balas, invaden las avenidas,
aquellos que los conducen creen que así pueden escapar
del plasta del jefe, del curro y demás movidas,
apurando el tiempo y pisando a fondo un simple pedal.
Tiraron los astilleros y construyeron pisos de lujo,
de esos que sólo compran señores de puro y orujo,
con pasta nos convencieron de que era mejor no luchar,
con pasta cerraron bocas y nadie se quiso enterar...
o darse por enterado,
siempre hay interesados con afán de manejar.
Ya es tarde pa protestar,
como tontos fuimos engañados
en nombre del proletariado
y en nombre del capital.
El cine donde vi mi primera peli,
ahora es una clínica de cirugía estética,
el antro donde ponían discos de punk o de jevi,
ahora es una vinatería de clientela selecta.
Por el bien de todos; coartada perfecta
para uniformar hasta el último rincón de libertad,
la voz inconforme resulta molesta
“todo cambiaremos pa que todo siga igual”.
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